Venga




He caminado bastante por Madrid. Creo que es una de las mejores formas de conocer cualquier lugar porque por más que uno lea y se informe lo que se encuentra en la calle la mayoría de las veces no está en las guías turísticas.

Desde un primer momento me dí cuenta de que esto pintaba difícil por varias razones, una de las principales era que no entendía a la gente cuando escuchaba hablar. Una cosa es ver películas y otra completamente distinta escuchar las voces de la calle, mezcla no sólo de la variedad de inmigrantes que, o bien hablan en sus lenguas originales o bien se le animan al español pero cada cual con su acento, sino del conglomerado que también forman los propios españoles llegados a Madrid desde otras regiones. Más lo que aportan las diferencias de códigos según la edad, clase social, etc...

Eso sin contar los modismos. Muchas de las palabras que siempre significaron una cosa, ahora significaban otra y había que enterarse.

A unos pocos días de haber llegado seguí un consejo sano: "andá a pasear y perdete, que es la mejor manera de conocer". Y era "perderme" en un sentido literal, desorientarme y buscar una salida, caminar, preguntar, interactuar. Y eso fue lo que hice.

Con un móvil (celular) y un callejero (plano), me dirigí a la estación y tomé el primer tren. Sólo tenía claro que quería ir al centro. Antes de subir le pregunté a un señor si ése era el tren que tenía que tomar y me respondió: lo puede usted tomar o lo puede usted coger.

El viaje bien, claro, no tenía que hacer nada más que mirar a través de la ventanilla y comprobar que el nombre de las estaciones coincidiera con lo que decía el plano.

Y después anduve toda la tarde. Me gustó lo que ví pero eso es tema de otra entrada. Caminé bastante y cuando el cansancio se empezó a hacer notar decidí volver. Sin preguntar, sólo mirando. Conseguí llegar a la terminal y confirmar la excelente señalización que tiene: clara, reiterada, directa.

Pero por el agotamiento o por mi innata tendencia a la desorientación, no sé en qué momento me equivoqué de andén. Tomé o cogí (o las dos cosas) el tren que venía, me senté y saqué nuevamente el callejero.

Como a los quince minutos de marcha ya iba encantada de ver que todas las estaciones coincidían con lo que tenía escrito. Lo que todavía no sabía era que estaba dentro de un tren de la línea circular que hasta un punto hacía el mismo recorrido pero después se bifurcaba para completar su círculo.

En ese momento se acercó el guarda y me preguntó adónde iba. Feliz en mi ignorancia le contesté que iba a Villalba. Entonces él me dijo: "Pues este tren no va a Villalba. Tiene que bajarse en la próxima estación, cruzar la escalerilla y hacer el trasbordo a la otra línea".

Le dije "gracias" y él me dijo"venga". Con un poco de desconfianza, me levanté y lo seguí. Recién en ese momento miré a mi alrededor y me dí cuenta de que yo era la única pasajera que quedaba en ese tren. Quise ver por dónde se había ido, pero ya no estaba.

De vuelta en la casa en la que vivía y soportando las carcajadas de quiénes sí lo sabían, me enteré que ese "venga", sólo era un saludo, una muletilla de esas que se usan para terminar una conversación, como puede ser un "bueno" o "listo" para cualquier porteño que hable como yo.

6 comentarios:

Eduardo Betas dijo...

Lo mejor es poder contarlo... riéndose. En Brasil, por ejemplo, intenté abordar un micro por la puerta de adelante, como se hace en Buenos Aires, y cada vez que iba a subir, el chofer lo adelantaba un par de metros. Así avanzamos una decena de metros hasta que le hice un gesto al tipo preguntándole si estaba loco. Fue en ese momento que descubrí que adentro del "bondi" había un montón de personas señalando la puerta trasera. Claro que lo peor de todo fue subir luego y soportar las miradas...

Es complicado estar en una ciudad que te habla en otro idioma. Pero más complicado todavía es cuando sabés que esa ciudad habla tu idioma pero así y todo no lo entendés. Y es que el idioma está empapado de geografías, paisajes comunes, códigos compartidos. Quizás ahora la globalización contribuya a armar un lenguaje más común. Espero que no. Aunque, si así sucediera, todavía nos quedarán las diferentes entonaciones que no creo que puedan ser derogadas por la globalización.

Pues, venga entonces...

Anónimo dijo...

Pues venga tía!

yo lo hubiera seguido hasta el baño jajajaja!!!

la verdad es que las cuestiones propias de cada lugar son todo un tema, y este es uno!

Me gusta saber de Campanita y sus aventuras ;)

Me gusta leerte! tilín tilín que cruzan océanos :):)

Las yerbas y los yuyos están esperando para cruzar el charco, eh!

Anónimo dijo...

¡Qué bien escrito, Blanca! El relato de la desorientación general, de la voluntad de conocer, del goce del descubrimiento, de la extrañeza frente a la misma lengua, me pareció muy bien logrado. Debe ser dura la experiencia del que emigra, imagino, pero tu texto permite adivinar el enriquecimiento personal que permite la experiencia, joder!

Blanca dijo...

Edu: ¿sabés que a mí me pasó exactamente lo mismo? Y sí, lo peor es cuando ya subiste y no te queda otra que mirarte los cordones de las zapatillas el resto del viaje...

Juani: ahora que lo decís...jajajjaj!!!

Mauli: ¡Qué alegría leerte por aquí! Bienvenida y gracias por los piropos.

Blanca

Mariana dijo...

Venga BlanquitaBlowe!

Que no te miraste todas las pelis de gallegos antes de partir, joder tía!

Entre nos una pregunta, sin ninguna mala intención... cuando te dicen que cojas algo, no te da como cosita?

Un abrazo!

Anónimo dijo...

Chuchinga: Bienvenida! Claro que te da cosita, pero a todo se acostumbra una...

Otro abrazo para vos.